«Da gratis lo que has recibido gratis» esta palabra es la chispa que me activo para ayudar en esta catástrofe. Simplemente dar lo que he ido recibiendo durante muchos años sin merecerlo y en abundancia.
El jueves 31, después de trabajar todo el día me enteré de que se iba a ayudar desde Santiago Apóstol y no dude en apuntarme. Por la tarde-noche salían los primeros coches hacia Catarroja para estar trabajando toda la noche. Dejé varias cosas en la parroquia que habían pedido y en el primer coche que había un hueco me metí. Sabíamos que teníamos difícil acceso. Mentalmente no sabía cómo reaccionaría. Estaba cansado.
Cuando entramos en la V-30, cruzamos Catarroja en coche y vi la destrucción de la DANA, me di cuenta de que no podíamos hacer nada en medio de tanta destrucción, desolación, silencio y oscuridad. Llegamos a la parroquia y nos dijeron que estaba asaltando los víveres y que allí no se podían quedar. Los redirigimos al ayuntamiento y algunos nos quedamos en la parroquia. No había mucho movimiento, las personas que caminaban por la calle iban cabizbajas y lentas, la calle olía a gasolina, estaba todo en silencio, oscuro.
Antes de trabajar miré lo que teníamos que hacer y parecía imposible. Miré los edificios y había personas que nos miraban desde las casas, me di cuenta de que no tenían nada más que unos pobrecitos voluntarios para limpiar y llevarles comida. Se quedaron hasta las 3 de la mañana mirando lo que hacíamos. Éramos una pequeña esperanza, una pequeña luz entre tanta oscuridad. Vengo de situaciones muy difíciles en mi vida y he tenido que rehacer muchas cosas desde el inicio. Aprender hacer las cosas bien y aprender a darle una belleza al trabajo.
Eso era el infierno. Oscuro, solo, en silencio, lleno de barro. Sé que cuando he estado en el infierno, Cristo no me ha dejado y siempre he tenido ayuda, tantísimos ángeles que me han ayudado a seguir peleando, luchando y dándome una Palabra de vida. Sé que quitar barro no es mucho, pero, cuando me han ayudado no veían el barro que había en mí si no la necesidad de sentirme amado. Cristo lo ha hecho conmigo. Esto me da la fuerza para seguir. Pensar que si Cristo me ve así no puedo rendirme. Mi cuerpo, mi psicología me dicen que ya no se puede hacer nada, pero sé que mi espíritu sabe que he recibido tanto, que no me puedo guardar.