Me llamo Paloma, tengo 37 años, estoy soltera y trabajo como maestra. Gracias a esta iniciativa en la parroquia de Santiago Apóstol, he podido prestar ayuda de varias maneras. Con lo que más me he quedado ha sido el agradecimiento de la gente, la sonrisa y el rostro de varias personas, el testimonio de una señora mayor que ya había pasado la riada del 57 y pasó 5 días sin poder hablar con sus hijos, a la que pudimos abrazar.
Ver tanta vulnerabilidad y a la vez ver que ofrecíamos tan poco para la situación: algo de alimento para unos días, algo de ropa, un abrazo, una sonrisa, escuchar… Algunos no tenían más que la ropa que llevaban porque lo habían perdido todo y nuestra ayuda no podía suplir totalmente sus necesidades, pero a ellos les hacía no sentirse desamparados del todo, y a mí, ver que podíamos acompañarlos en el sufrimiento. Por otro lado, la alegría compartida con gente que conocía o no, que también iba a ayudar, con los que rápidamente había una comunión por la misma causa y un ambiente de alegría por poder hacer algo ante el caos.
Toda esta situación y la cantidad de gente que está ayudando de tantas maneras, desde Valencia y desde otras ciudades de España, son una llamada de Dios para mí a donarme ya, a no esperar a mañana para servir y amar, con lo que se pueda, ahora y todos los días.