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TESTIMONIO. Pablo González, voluntario de Santiago Apóstol.

11/12/2024

En Catarroja cuando íbamos casa por casa te tocaba mucho el corazón como se ayudaban entre los vecinos. A pesar de haber tanta melancolía, tanto sufrimiento, tanta agua y barro, tanto dolor… los vecinos estaban ayudándose entre ellos y tiraban hacia adelante.

Hay una situación que me tocó mucho el corazón. Cuando íbamos preguntando por las casas qué necesitaban, desde fuera veo una pareja de ancianos mirando porque no podían hacer mucho. Nos acercamos, fuimos a hablar con ellos y nos dijeron que no necesitaban nada, pero yo sabía que sí necesitaban: hablar, conversar, un abrazo, un cariño… Nos quedamos conversando con ellos y empezaron a contar cómo habían vivido la situación, se abrieron y contaron las pérdidas materiales que tuvieron, lo habían perdido todo, gracias a Dios no habían perdido ningún familiar. Hubo un momento en que nos invitaron a un café y para mí fue algo hermoso porque cuando en Argentina nos invitan a tomar un mate es para compartir; vi que en este gesto se manifestaba Dios, ves la verdadera humanidad de las personas. Inmediatamente dije que sí y la mujer mandó al esposo a buscar el café. Nos compartieron su vida, sus más de 40 años de casados, que tenían un hijo, otra hija que habían perdido. Lo contaban con mucho amor y misericordia con un café de por medio que fue hermoso. Ver un matrimonio anciano que había perdido todo, pero estaban alegres, eran dos personas comprometidas para hacer luz en las tinieblas. Me tocó mucho que a través de gestos tan sencillos como un café el Señor se manifiesta.

Me fui yo consolado por ellos escuchándolos. Me llevo un aprendizaje muy fuerte en mi vida, que nuestra vida pende de un hilo, que hay que vivir cada día entregado al servicio, entregado a lo que se ponga en el camino y poder manifestar en cualquier momento, con la gracia de Dios, el regalo que se me da, el regalo de la vida.

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