Ese martes yo estaba trabajando y en el móvil iban saliendo los mensajes de alarma, pero yo no era consciente de lo que iba a pasar. Me fui a mi casa, estaba lloviendo, pero yo he vivido en Lourdes 6 años y allí siempre estaba lloviendo, yo soy de Tarragona, pero n os casamos y fuimos Lourdes. Para mí la lluvia diaria siempre ha sido una alegría, pero cuando vivía allí a veces se hacía un poco complicado. Yo no me alarmé, en casa hacía mucho tiempo que no veíamos la televisión y no estaba presente en el caos que estaba empezando a surgir.
Al día siguiente empecé a ser consciente de lo que había pasado. Compañeras no llegaban a trabajar porque vivián en los pueblos afectados, pacientes y especialistas tampoco llegaban y empecé a darme cuenta. Mi cuerpo empezó a temblar con una inquietud que no puedo explicar, pero en mi corazón nació un deseo muy fuerte de servir. Cuando acabé de trabajar, me fui a la parroquia y allí nos explicaron lo que estaba ocurriendo y nos dijeron lo que íbamos a empezar a hacer.
Ni corta ni perezosa me fui a ayudar el 30 por la noche y recuerdo que salimos a las 10 de la parroquia. Nos íbamos acercando y empecé a ver todo el desastre. No me impresionaba, parecía una película; mis ojos no se lo creían y mi cabeza puso como una barrera, pero ese sentimiento de impotencia no aparecía. Íbamos un convoy de 6 o 7 coches de voluntarios y llegamos a Catarroja, no sabíamos lo que nos íbamos a encontrar; solo sabíamos que íbamos a limpiar María Madre para que pudiera servir de centro de apoyo, de alimentos… donde la gente se pudiera sentir acogida. Cuando llegué allí, salió un empujón de mi corazón, yo soy nieta y bisnieta de militares y entonces en los momentos de mucho caos mi alma se rebela y sale una energía que viene del Señor. Me puse al servicio, estaba reventada porque había tenido mi jornada de trabajo y con 5 hijos pequeños en casa… me di cuenta de que aquí me necesitaban. Empezamos a sacar fango, carreras todos a la vez, sacar el agua… aquello fue impresionante. Me impresionó mucho todo el trabajo de la gente que estaba allí, trabajando sin pedir nada a cambio. Me hizo reflexionar, creemos que la vida es fácil, que lo queremos todo al momento… Después de todo, a las 8 de la mañana al volver se veía mucho más el desastre que había por todos sitios… Estaba como un poco de espectadora. Cuando caminé hacia casa desde Santiago Apóstol mi cabeza estaba como dormida y no podía darle una explicación lógica a lo que había pasado, recordaré siempre esa caminata. En cuanto llegué a casa me abracé a mi marido y me puse a llorar; salió lo que había vivido esa noche, se lo expliqué.
Recuerdo de pequeña estar un verano en Jaca con mi abuela y suceder el desastre de Biescas, con muchos muertos. Se hizo un funeral con gente importante en la catedral de Jaca y yo fui. Eso se me quedó grabado y se me ha despertado ese recuerdo, especialmente de ir a rezar con mi abuela. Todo esto me ha ayudado a darme, que entonces no pude, tenía 8 años.
No he vuelto a la zona 0 por tema de trabajo, pero estoy de voluntaria en la parroquia cuando me deja el trabajo. Está siendo una alegría y a la vez un esfuerzo el darse, no tiene más, servir siempre. Me quedo con este sentimiento de mi pequeño granito de arena porque no se puede llegar a todo. Yo siempre he sido muy resolutiva y, cuando vi esto tuve gran impotencia. En la parroquia hay un servicio increíble, de muchas horas sin descanso. Se agradece todo el trabajo que no se ve: quienes cocinan en sus casas, la mamá que cocina para los voluntarios y luego se va a su casa, los que hacen los desayunos, los voluntarios… sale lo mejor de cada uno. En medio de esta catástrofe inmensa solo podemos dar gracias al cielo y bendecirlo por todos los dones que nos está dando desde que ha pasado esto. Nos ha desordenado la vida, pero nos la ha ordenado en otros aspectos. Se lo decía a mi marido, no llegas en casa a todo porque estás todo el día en la parroquia o trabajando y hemos decidido vivir la situación en nuestra familia. Lo más importante es ayudar a quien lo necesita, nuestros hijos lo han visto, creo que va a ser un ejemplo para toda la vida, mis hijos también han ayudado en la parroquia. Nos ha unido en la oración como familia, como parroquia y como comunidad. Soy feliz, esta situación me ha ayudado a ver mis pobrezas en el corazón y ver lo que realmente es importante, el desapego a las cosas materiales y el servicio a los demás, siendo humildes de corazón, con la mirada al cielo y el espíritu al servicio