He tenido la suerte de hacer misión en la parroquia de María Madre en Catarroja, está siendo un regalo de tiempo. Me hace ver algo muy poco frecuente en la sociedad en la que vivimos y es que la gente está donando lo que nadie nunca le va a poder devolver. La gente está donando su tiempo, su cariño, incluso su dinero muchas veces sin esperar nada a cambio, su tiempo de descanso. Emociona ver que las personas, y me impactan mucho los jóvenes, están saliendo de sí mismos para entregarse a los demás totalmente y esto es amar al prójimo. Me emociona la alegría de los voluntarios, la compasión y el aire fraterno que se respira en el ambiente, de comunión. Siempre hay algún momento tenso, pero se respira un aire fraterno.
Hemos estado repartiendo comida caliente, gritándolo a pleno pulmón por la calle hasta que algún vecino se asomaba a la ventana o dejaba caer una cuerda con un cubo para que le pusiésemos el táper dentro. Me llama la atención una mujer a la que fuimos a llevarle comida, nos lo agradeció con un abrazo, nos dijo que se sentía muy querida por todos los voluntarios que estaban yendo a cuidarla, que no la dejaban sola y la mujer estaba super agradecida. Gente de muchas partes de España con la que nos hemos cruzado, que nos han dicho “Vengo viajando toda la noche desde Sevilla”, “Vengo toda la noche de viajes desde Bilbao”, “Vengo desde Murcia trayendo esta comida que la podemos repartir juntos” … gente que se pone a disposición de las personas y eso sólo puede venir de Dios.