HAY MÁS EN DAR QUE EN RECIBIR
Vivo en Picanya, un pequeño y precioso pueblo al lado del barranco que, junto al Río Magro, el pasado 29 de octubre se desbordó con la fuerza y destrucción despiadadas que habéis podido ver estos días.
La tarde de ese martes un vecino nos alertó del anormal caudal que llevaba ese barranco, a punto de desbordarse. Pudimos salvar algunas cosas del garaje y lo más importante, a nosotros mismos en la primera planta. Enseguida vino el agua, invadiendo las calles de un color marrón mezclado con objetos de todo tipo, ramas, cañas y lodo. Todas las casas se anegaron, los garajes inundados y la calle estaba llena de coches amontonados. Nos quedamos sin luz en primer lugar, luego el agua dejó de funcionar porque el agua destruyó los puentes por donde iban las tuberías y a las pocas horas sin gas. Desde ese momentoempezó la prueba más dura a la que nos hemos enfrentado yo, mi familia y cientos de personas. Es una situación catastrófica, de mucho sufrimiento allá por donde mires, con infinitas pérdidas materiales y lo que es peor, con muchas pérdidas humanas, algunas muy cerca de nosotros. Quedamos sepultados por el lodo, literalmente, pero también por el miedo y la incertidumbre. Estuvimos muchos días solos, los servicios de emergencia no venían porque era imposible acceder a los sitios inundados y las redes de comunicación no funcionaban. Había un silencio escalofriante. Todo alrededor era aparentemente desolador, feo, abrumador.
Pero entonces a los tres días, de la nada, como ríos de esperanza empezaron a llegar a pie personas que incondicionalmente venían a dar la vida por el otro, los voluntarios. Gente que no nos conocía de nada, sin ningunas instrucciones por parte de nadie, haciendo varios kilómetros andando, cargados con utensilios de desescombro y limpieza y muchos, sin saberlo, con lo más importante: el Evangelio en elcorazón.
Recuerdo que nunca me he alegrado tanto de ver a alguien el día en que mi primo Andrés apareció en la embarrada puerta de mi casa, con herramientas, una bomba de achique y lágrimas en los ojos de haber contemplado tanta devastación. Nos fundimos en un largo y fuerte abrazo lleno de consuelo, acompañamiento y más lágrimas. Desde entonces no hemos parado de recibir todo tipo de ayuda: comida,agua, productos que hemos necesitado, grupos de personas con material y herramientas que les hemos pedido, manos, muchas manos para quitar el barro de la casa y tirar todos los escombros para poderadecentarla de nuevo. La nuestra fue la primera casa que se vació y limpió gracias a la cantidad de gente que aparecía. Mis vecinos, sorprendidos, me preguntaban: “¿quiénes son?”, “son mis amigos de verdad”, les decía, “vienen de mi parroquia, y de esta otra, todos de la Iglesia, gracias a Dios”. Nuestra casa ha sido un testimonio de luz en el barrio. Hemos ayudado a muchos otros vecinos, repartido comida, ropa de trabajo, herramientas y material muy necesario que nos traían a nosotros para los demás. Gracias a esta ayuda recibida yo he podido ayudar a otros vecinos con la instalación eléctrica, bombas de achique y muchos otros problemas que iban surgiendo. En un momento, todos, absolutamente todos, estábamossirviendo al otro en un acto universal y total de generosidad y donación. Fue verdaderamenteimpresionante.
Este acontecimiento también ha obrado en mi familia. Ha fortalecido aún más nuestro matrimonio, nos ha abierto los ojos ante lo verdaderamente importante. Hemos podido donarnos infinitamente el uno al otro, sin mirarnos a nosotros sino mirando siempre al otro. Hemos comprobado una vez más que somos el complemento perfecto para vivir la vida plenamente el uno al lado del otro. Nuestros hijos nos han enseñado que hace falta bien poco para ser feliz. Muchas veces eran ellos los que nos calmaban a nosotros, nos daban abrazos, nos han ayudado como nunca. Han crecido mucho. Esto nos ha sostenido en el tiempo, que ha sido increíblemente intenso y duro. Aquí queda muchísimo por hacer, nos había costado muchos años y esfuerzo conseguir todo lo que poseíamos, el coche, la moto, el taller, las bicis y tantas cosas que aún no sabemos que hemos perdido porque estaban ocultas en el lodo. Es doloroso, sí, ahora viene un tiempo duro, sí, pero tenemos clara una cosa: el Señor nos lo dio, el Señor nos lo quitó. Bendito sea el Señor. Cuando hemos recibido todo de Él no podemos más que agradecérselo.
Dios no nos abandona, como Padre bueno que es. Eso es lo que hemos vivido, eso es lo que estamos viviendo y eso es lo que estamos seguros de que podremos decir más adelante. Sin ninguna duda. Rezad por nosotros para que podamos vivir con sosiego este tiempo y no perdamos la alegría de poder vivircon sencillez lo verdaderamente importante, el don de la vida.