Los primeros días me tenía que ir a Castellón porque venía mi hermano con mis sobrinas e iba a pasar el puente en casa de mis padres con mis hermanos, sobrinos. Al final, el Señor quería que me quedase en Valencia. Venía de dos días de estar en la cama enfermo todo el día y apareció esta llamada. Me descubrí a mí mismo, como otros tantos jóvenes… el corazón va por delante de la mente, ¡cómo no voy a acudir!
La primera noche, la del jueves, estuvimos de 10 de la noche a 6 y pico de la mañana en Catarroja. No teníamos ni idea de a dónde íbamos, ni de lo que íbamos a hacer ni de lo que nos íbamos a encontrar. Estábamos porque había habido una llamada de parte de la Iglesia para ayudar a esta gente. En esa noche todavía no sabíamos nada, habíamos visto vídeos de Whatsapp, de ríos que se llevan coches, de riadas, es muy impresionante; visto desde el móvil es curioso. Sin embargo, llegar a Catarroja por la noche, sin luz, con el lodo por las calles, los coches apilados, 3, 4, 5 coches amontonados… era la primera noche, estaba todo por hacer, parecía una zona de guerra. Lo de los coches apilados nos sorprendió a todos, estabas inmerso en el horror, las calles y comercios destrozados… Había una llamada y el corazón responde antes que la razón. Llegamos con poco más que 4 escobas y 2 palas y nos dijeron “A trabajar”.
Me decía un compañero de fuera que le había impresionado no haber escuchado ninguna queja de nadie por el trabajo, nadie se quejaba de dolor de espalda, de brazos… Te duele cuando llevas 5 horas moviendo muebles… Íbamos con chavales de 18-20 años que en su día a día es posible que aparezca la queja. En esta situación algo movía sus corazones y aparecía todo lo contrario a la queja: la alegría y la comunión. No una alegría frívola que está fuera de lugar sin embargo hubo un momento en que me sentí mal por estar alegre en medio de toda esa gente que lo había perdido todo, pero comprendí luego que es una alegría que nace de la comunión, de estar juntos en el barro, en las trincheras haciendo una misión, respondiendo a un encargo que se nos había hecho: asistir al herido, al pobre, al que no tiene nada porque de alguna manera estamos llevando al Señor a toda esta gente.
Ves en las caras de la gente el horror. Estábamos limpiando una guardería y cuando llevábamos un par de horas vinieron los dueños con cara descompuesta por ver todo lo que habían perdido, pero en la cara se veía que pensaban que cómo era posible que hubieran ido tantos jóvenes cada uno de su padre y de su madre estuvieran ayudándoles a levantar cabeza. Es algo difícil de comprender, por qué hay gente perdiendo su tiempo, su físico… por ayudar a gente que no conoce. De aquí surge una alegría, la alegría de la evangelización. Pero una evangelización sin forzar no es el momento de hablar, sino que a los cristianos se les conoce por sus obras, por cómo se relacionan entre ellos y con los demás, cómo se aman. Esta es la gran misión que estamos haciendo, no tanto limpiar calles o casas o achicar agua, que también, pero es el llevar a Cristo dentro lo que implica llevar esta alegría, que no es eufórica. Es llevar una sonrisa a alguien que está sufriendo, eso no está fuera de lugar. Cuando les llevas agua o una ración para comer, cosas muy sencillas, pero si llevas a Cristo dentro algo se queda con la persona con la que interactúas, a lo mejor no lo entiende y se quedan con el “gracias” pero yo quiero pensar que algo de esa alegría de Cristo se queda en las casas de la gente que visitamos. Si no llevas a Cristo dentro esto se convierte en un moralismo “Voy a ponerme la medallita moral de qué bueno soy, qué voy a ayudar”. Sirve de poco, al segundo día de quitar lodo te quieres ir a tu casa; los voluntarios siguen viniendo… El trabajo de logística de la parroquia… hoy en vez de irme he estado allí y es trabajo logístico brutal, un esfuerzo grande de organizar la cantidad de material que llega… hoy han llegado 10 o 12 furgonetas de golpe y dices “¡Qué alegría!” pero por otra, “¿Dónde meto todo esto?”. Lo que nos gustaría sería ir a mover coches, tirar muros… cuando toca se hace opero a lo mejor toca hacer cajas de comida o desatascar el baño de la parroquia.