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TESTIMONIO. Jesús Escrig, cooperador de la Verdad, 30 años.

10/11/2024

 Me llamo Jesús Escrig, tengo 30 años, y pertenezco a la comunidad de religiosos-sacerdotes (“cooperadores de la Verdad”) que atendemos la Parroquia y el Colegio Santiago Apóstol. No me resulta sencillo, en estos momentos, contar mi experiencia de toda esta locura, en la que, evidentemente, todavía estamos más que inmersos. La conmoción ante el sufrimiento y el terrible caos que ha generado semejante catástrofe se mezcla con la admiración por la respuesta de todo un pueblo, que, como un solo hombre, ha salido al paso de una realidad -en su complejidad- sin precedentes. En los lugares donde he estado (barrio de la Torre en Valencia, Alfafar, y, sobre todo, Catarroja) se ha dado en mí, pisando ese terreno absolutamente dantesco, este “choque” emocional, que, noto, llega a alcanzar dimensiones personales muy hondas.

 Mi experiencia en los lugares citados ha sido pasar del barro a la gente, y de la gente al barro, deseando, como cristiano y sacerdote, ser una presencia “de esperanza” en medio de tanta destrucción. El barro lo invade todo… y parece que vaya a quedarse para siempre; la gente está en modo “supervivencia” … y parece que no vayan a “vivir” ya nunca más. Pienso en el matrimonio anciano de Alfafar que ha perdido la casa y no tienen un euro para reconstruirla; en la señora mayor, sola y deprimida en casa, que ya no quiere salir de sus cuatro paredes; en la fila de gente desesperada por un par botas frente a la Parroquia María Madre de la Iglesia; en la madre con un cuadro de ansiedad cuyo hijo de 12 años no come con normalidad desde la tragedia (en la que casi se ahoga). Hay mucho, mucho sufrimiento… Yo me pregunto: ¿Qué esconde todo este dolor? Creo firmemente que hay una “Palabra” escondida en todo esto; que nuestro Dios es ese Dios “escondido” del que habla la Escritura (Is 45, 15), inmerso, humildemente, hasta el fondo -incluso abismal- del sufrimiento humano. Sigamos unidos, sirviendo… y sigamos unidos, escuchando.