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TESTIMONIO. Beatriz Gómez, casada, 44 años.

26/11/2024

Mamá… “¿y nosotros cómo podemos ayudar si no podemos ir a quitar barro?” Soy Beatriz Gómez, estoy casada con Ismael, tenemos 8 hijos en la tierra y 3 en el cielo.

 Nuestro hijo pequeño, Emmanuel, justo el día 29 de octubre, cumplió 5 meses. Estábamos cenando cuando de repente, sonó la horrorosa alarma. Por un momento nos pensábamos que era Diego tocando el piano, pero no, él estaba con nosotros cenando… buscamos el sonido por la casa y descubrimos que era una alerta del móvil. Nos pareció exagerada, pues no llovía y no entendíamos que pasaba hasta que comenzaron a hacer videos.

En nada de tiempo, la gente de la Parroquia de Santiago Apóstol respondió de forma admirable a tantas necesidades que diariamente iban surgiendo. Me parece un milagro ver cómo el Espíritu Santo ha suscitado en tanta gente el ponerse al servicio.

 Yo, humanamente hablando, no he hecho nada; en realidad, poco podía hacer. Mi mente se recreaba pensando en lo que me gustaría hacer: ponerme el chaleco con la palabra “psicóloga” en la espalda e irme de voluntaria. Pero mi realidad era otra. Estaba en casa con todos mis hijos, con el bebé (al que le doy pecho cada 2 horas y media) que parece mi apéndice, con las cosas diarias de recoger, cocinar, ordenar, limpiar, jugar y desde casa veía a todo el mundo moverse: yendo a limpiar, colaborando en la parroquia, gestionando los voluntarios… “¿Qué podía hacer yo?”.

El viernes, día de todos los Santos, me llamó un matrimonio de la Parroquia por si podía quedarme con sus dos hijos pequeños (pues se les había inundado la nave donde tenían el trabajo y tenían que ir a intentar quitar barro) y yo pensé “bueno, pues algo puedo hacer por alguien”. Así que encantados nos quedamos con los niños en casa. A mediodía, me añadieron en un grupo de WhatsApp “Comida casera DANA”, especialmente un grupo creado para las madres que estábamos en casa y como teníamos a pequeños en casa no nos podíamos mover de ahí. Así que, aunque era festivo, fui corriendo a la panadería a por pan y nos pusimos a hacer bocadillos. Mientras los hacíamos éramos conscientes del “porque tuve hambre y me disteis de comer”, esos bocadillos eran como si se los comiera Jesús, porque él está esperándonos en todas las personas que sufren. A partir de ese día, cada día enviaban un correo de parte del colegio, con cosas que se necesitaba llevar a las zonas afectadas. Así que comprábamos y llevábamos lo que podíamos. Pero, aun así, me faltaba algo.

El martes siguiente, el día 5, fui al Rosario de los Martes. Los martes, cuando dejamos a los niños en el colegio, un grupo de padres y madres se quedan y rezan el rosario. Fue en ese momento cuando experimenté, que esa era mi misión principal en este tiempo: Rezar. Rezar, a los ojos del mundo, es una pérdida de tiempo y un sinsentido. Pero yo, ese martes, experimenté en el rosario que estábamos dando todos esos sufrimientos a Jesús, a través de la Virgen María… Fue tal ese momento que entonces me di cuenta que sufrimientos hay muchos, pero Jesús, en la cruz, con sus brazos abiertos, los acogía todos(hasta el experimentar ese vacío repentino que dejan las personas que han fallecido; el llanto de sus familiares, conocidos y amigos; la desesperanza de las personas que han perdido sus trabajos, coches, sus recuerdos, sus casas, el sufrimiento que produce la impotencia de ver políticos que no muestran entrañas de misericordia… el sufrimiento de la desesperanza que experimentan los corazones, el ver que desfalleces y no puedes con tanto, que no llegas a todo, la tristeza, la ansiedad, el miedo de pensar en qué mundo están creciendo nuestros hijos…) y a la Virgen ofrecimos todo, también dejamos en sus manos a todos los samaritanos que aparecen en este tiempo, muchos de ellos jóvenes, que van con alegría al encuentro del prójimo.

Mientras rezábamos el Rosario miraba el Cristo de la Parroquia, que está en la cruz, sufriendo, pero sereno, confiado en su Padre. Yo necesito ese Espíritu para poder vivir en este tiempo sufriendo, pero serena. Mi sorpresa fue que, al salir del colegio, mis hijos, me preguntaron:

– Mamá… ¿y nosotros cómo podemos ayudar si no podemos ir a quitar barro?

Y ahí fue cuando pude contestarles convencida:

– Nosotros vamos a sostener con nuestra oración a todos los voluntarios porque falta muy poco para que empiecen a experimentar que ya no pueden más, vamos a rezar juntos por ellos todas las noches, y si conseguimos salir con tiempo, rezaremos el rosario cuando de camino al cole y si no nos da tiempo ahí, rezaremos en el camino de vuelta.

Pedían escribir la experiencia de estos días y nosotros apenas hemos salido de casa más que para ir a llevar cosas al cole, pero sé que yo he visto al Señor al rezar el Rosario y también he visto la misión de mi familia en este tiempo.