Como no podía ser de otra manera, el sábado por la noche celebramos la Eucaristía propia del domingo. Fue un momento de “hacer comunidad” de la única forma que ésta es verdadera, en torno a Cristo vivo en su Palabra y en su Cuerpo que se hace uno con nosotros.
Caras de cansancio, algunas urgencias en marcha, asistencia de muchos voluntarios y, sobre todo, un clima de serenidad y alegría profunda. Alegría que brotaba de estar reunidos en nombre del Señor y de la experiencia real de la entrega generosa a los demás hasta el dolor.
Antes de la homilía fueron varios los testimonios que se pudieron escuchar en el templo: el de Juan Sanchís que había estado dos días en Catarroja y la de dos jóvenes voluntarios llegados de Barcelona y de Huesca. La Palabra tomaba carne en su vida y animaba a los demás al verse las obras de la gracia en ellos.
La idea central de la predicación de d. Vicente Carrascosa fue que “a veces hay que ser llevado a la nada para desearlo todo” siendo esto uno de los modos en que Dios puede servirse de este acontecimiento para que no nos conformemos con una vida mediocre. La viuda del Evangelio que dio las dos monedas que tenía manifestaba esto mismo, “lo dio todo porque tenía todo: sabía que Dios provee, que acompaña”.
Tantas veces nos conformamos con poco, continuaba la homilía, y “Dios quiere hacernos un regalo que no se agota”, en referencia a la primera lectura que contaba la historia de la viuda de Sarepta y el profeta Elías. “Cristo es la harina de la Eucaristía que no se agota y el aceite es el Espíritu Santo que se derrama y no se agota”. ¿Dónde está Dios? “Cristo está sufriendo con cada persona que sufre. Es el momento de la fe, en el que entras o te quedas fuera. Es un despertar a la vida donde el centro es el otro, porque el otro es Cristo”.
La Eucaristía finalizó con gran solemnidad y voluntarios y feligreses compartieron la tradicional pizza de Santiago Apóstol.
Al mismo tiempo, en la carpa instalada en la plaza de la parroquia Santa María Madre de Catarroja, donde se da atención sanitaria y psicológica por el día, se celebró una adoración eucarística. El Señor Sacramentado, entre las imágenes de la Mare de Dèu y de la Trinidad, fue adorado por niños, jóvenes y mayores. La celebración fue animada y dirigida por las Hermanitas de la Comunidad del Cordero.