En medio de este huracán que nos ha llevado al servicio incondicional a los afectados por las riadas siempre hay una parte de los voluntarios que es más visible: los que van a la zona 0, los que organizan el almacén en Santiago, los que están en contacto con las empresas, asociaciones y particulares que están haciendo tantas donaciones…
Junto con ellos hay una parte que actúa en lo escondido, en silencio, que no se ve pero que es fundamental. Todo lo hecho en secreto por los otros es camino de perfección interior y, sin ser visible, el Señor va obrando pequeñas cosas que a la larga mantienen a las que todo el mundo ve porque el Señor también anda entre los pucheros.
Todos los días un pequeño grupo de voluntarios está “al pie del cañón” en el servicio a los demás. Tras el rezo de laudes comienzan a preparar los picnics y las comidas que un rato más tarde van a llevarse quienes acuden a trabajar a las zonas devastadas. A continuación, se encargan de coordinar y servir la comida de las 14,30 de los voluntarios que trabajan en Santiago y de aquellos que llegan tras una mañana ardua de limpieza en el sur de nuestra ciudad. Por la tarde continúan con el avituallamiento de los equipos que parten a media jornada en misión. A lo largo del día se encargan de que siempre haya disponibilidad de un tentempié para todos los que trasiegan en la parroquia. Junto a este grupo, muchos son los días que distintas familias preparan desinteresadamente en su casa o en la parroquia la comida.
Otro grupo se dedica al mantenimiento como puede ser el mantenimiento de la parroquia, el lavado de ropa de trabajo o arreglar los coros de la iglesia donde estos días se están acogiendo voluntarios llegados desde todos los puntos de España.