El 27 de noviembre se celebra el patrocinio de San José de Calasanz sobre las escuelas populares cristianas, pues ese fue el día de 1597 en que el santo aragonés abrió la primera escuela gratuita para niños pobres en el romano barrio del Trastévere, concretamente en un anexo a la parroquia de Santa Dorotea. Con todo, la festividad litúrgica del santo educador es el 25 de agosto.
Tras la Eucaristía matutina con alumnos y padres del colegio, a las 19’30, en el horario habitual de la misa de todos los días, se celebró el evento. En la homilía, el párroco destacó a Calasanz, igual que a todos los santos, como “un foco de luz” pues “los santos enseñan la palabra y el obrar en medio de la desgracia, facilitando la respuesta para cada situación”. La vida de Calasanz fue una vida curtida en las luces y en las sombras, en los sufrimientos y gozos.
A través del comentario de la Palabra, el presidente destacó que Calasanz nos enseña a que la vida la conduce Dios, haciendo referencia a la lectura del libro de Job; que el cristiano no busca honores humanos pues “su contento es Dios”, relacionándolo con la segunda lectura; y que “para subir al cielo hay que bajar”, hacerse como niños, tal y como se proclamó en el Evangelio.
En este sentido, en medio de los días del dolor producido por las recientes inundaciones, todos los actos de acogida que se están haciendo se convierten en la acogida del propio Cristo. “Calasanz nos enseña a vivir pues la verdadera educación es dejarse hacer por Dios”.