Mucho ha sucedido desde finales de octubre tras las inundaciones. Gran movimiento en la parroquia, cientos de horas de atención a quienes se acercaban, decenas de hogares visitados, viajes, camiones, carpas y estanterías instaladas, llamadas, whatsapps… Sin embargo, han sido cientos las realidades y momentos que nunca se conocerán pero que permanecerán en el recuerdo de quienes las han vivido.
Son detalles, pequeños encuentros, trabajo escondido, oraciones, personas anónimas que han donado de todo, conversaciones profundas entre los palets o noches sin dormir poniendo en manos del Señor situaciones que desbordaban. Ciertamente ha habido nombres propios de quienes han coordinado, organizado, transportado, almacenado, repartido, visitado… sin embargo el verdadero nombre propio que ha brillado todos estos días ha sido el de Jesucristo, Señor de la historia que a través de su cuerpo que es la comunidad cristiana, ha actuado con gran potencia en medio de este tiempo tan concreto.
Con todo, queremos recoger algunas de estas pequeñas joyas con las que nos hemos encontrado y que muestran el rostro del Señor más allá de los hechos fácilmente visibles.
En una guardería de Massanassa el tercer día fue a limpiar un equipo de la parroquia. Estaban un par de profesoras y la directora. Cuando estaban sacando los juguetes de los niños, la directora cogía cada juguete y lloraba, lloraba hasta que dijo “No sé cuántos niños volverán porque no sabemos lo que han vivido”.
La señora Vicenta que estaba en el barrio de Les Barraques, estaba. Cuando se acercó el voluntario al principio estaba enojada porque no le ayudaban, decía que estaba abandonada. Pero al momento le dio un gran abrazo, empezó a llorar y decía “Gracias a los voluntarios, gracias a vosotros estamos saliendo del lodo y estamos vivos”.
Otra señora en el mismo barrio buscaba alimentos sin sal, los voluntarios se los dieron. Luego le dieron un rosario, les hizo entrar a su casa, rezaron un Ave María, les mostró su crucifijo y decía “Gracias a vosotros estamos resurgiendo”.
El señor Jaime de les Barraques. Estaba solo, cuando fue a buscar a su madre no podía entrar porque el agua llegaba arriba de la ventana. Consiguió meterse, sacó a su madre y pasaron todo el rato en la terraza hasta que al final pudieron bajar. Se emocionó mucho y dio a los voluntarios un gran abrazo. Le pudieron dar unas botas porque tenía los pies lastimados.
En María Madre un voluntario ayudó a llevar la comida a una señora a su casa; había perdido el coche y todo era un desastre. Estaba enfadada con Jesús. El voluntario le dijo que Jesús nos quiere y que el Evangelio dice que no amontonemos cosas que se caducan, sino que amontonemos tesoros en el cielo, que esto no era culpa de Dios. Le invitó rezar el rosario. Al final se puso a llorar y el voluntario le dijo que la quería y Jesús también.
La chica que en Catarroja había estado manteniendo el tipo delante de los vecinos y que se rompió cuando los voluntarios le ofrecieron ayuda
El niño que donó su bicicleta porque pensaba que a los pueblos afectados no llegarían los Reyes Magos.
La madre que acababa de perder a su hijo en su seno y donó todas las cosas que tenía preparadas para él.
El sacerdote que a la llamada de auxilio movilizó varios pueblos enteros y se presentó con varios camiones de comida.
El matrimonio mayor que se acercaba a la parroquia a aportar su bolsa de compra recién hecha para que la lleváramos a Catarroja.
El sacerdote que tras estar ayudando un fin de semana volvía a la semana siguiente con más de 20 jóvenes dispuestos a dejarse la piel entre el barro.
La señora mayor de una edad indescifrable que en silencio se pasó la primera semana limpiando las botas llenas de lodo que dejaban los voluntarios.
Los militares y bomberos que fuera de servicio han pasado por la parroquia para ayudar.
Los voluntarios que los primeros días se levantaban de noche para poder acceder a las zonas inundadas antes de que se pusiesen los controles de policía. O aquellos que se los saltaban directamente.
El padre que vino de Madrid con su hijo adolescente sin miedo a que este viviera lo que es el sufrimiento humano y la respuesta de la fe.
Quienes han parado por la calle a los voluntarios para darles las gracias u ofrecerles comida. También aquellos que han colgado carteles de agradecimiento en las fachadas.
Los sanitarios que no solo han tratado problemas físicos, sino que han sido apoyo para tantos que están solos. Los electricistas que han puesto en marcha neveras y los fontaneros que han dado agua a los sedientos. Los psicólogos que han sosegado mentes y espíritus.
Las madres de familia que han estado con sus hijos de pecho ayudando en el almacén.
Quienes han preparado comida en su casa para llevarla a los voluntarios y el equipo de intendencia de la parroquia que a primera hora de la mañana ya tenía preparado el desayuno y los picnics para los voluntarios…
Los que han salido de trabajar y se han ido día tras día a echar una mano para quienes no había día de la semana ni hora que mirar.
Junto con ello, agradecimientos que han llegado como el siguiente:
Hola Buenas tardes. Soy la chica a la que has traído la mesa en Catarroja y enseres y me pusiste un palo en el mueble de la encimera porque me dijiste que podría caer… Miles de Gracias, sois un amor… y gracias también por la gran labor que hacéis a vuestros hermanos y al prójimo. Dios te bendiga 🙏🙏🤗🤗🪽🪽Siempre y eternamente tanto a ti como a tu familia. No se puede pagar ni con dinero todo lo que hacéis con tanto amor incondicional ❤️🤗 a esta gran catástrofe en muchos pueblos de Valencia. El pueblo salva al pueblo 🙏🪽🪽🪽🙏 Sois verdaderos ángeles. 😇😇 Un fuerte abrazo 🤗 y saludos desde mi corazón y alma.
No están todos los que son. Simplemente es una muestra de las corrientes subterráneas casi invisibles que se han movido por debajo del barro. Porque UNA LUZ HA BRILLADO EN LAS TINIEBLAS. Bendito sea el nombre del Señor ahora y por siempre. Bendita sea su Santa Madre, María Madre de la Iglesia y Madre nuestra.