Desde el primer momento se pensó que los pueblos más afectados iban a necesitar ayuda sanitaria. Los centros de salud y las farmacias estaban destruidos, la gente había perdido sus recetas, sus tarjetas y sus medicamentos y, además, no tenían vehículos para poder trasladarse a los hospitales, incluso había personas que no contaban con teléfono para poder llamar a una ambulancia.
Los primeros días la imagen era desoladora, parecía una guerra, se andaba por las calles con la sensación de “sálvese quien pueda”, urgía hacer algo. Al principio se contaba con una mesa en la parroquia donde se hacían curas básicas y se repartía suero para limpiarse el polvo de los ojos, pero en seguida empezaron a llegar avisos… Enfermos crónicos que necesitaban cuidados diarios, personas en shock que tenían miedo de salir de casa, infecciones respiratorias que necesitaban antibiótico, heridas infectadas… y se empezó a atenderlos, en la medida en que se podía.
Se decidió registrar todos los domicilios para llevar un recuento, pero era inabarcable, incluso peligroso siendo que no se contaba con la historia clínica del paciente. Por eso, se intentó la coordinación con el centro de atención oficial que empezaba a funcionar en Catarroja, se les derivó los pacientes que necesitaban una asistencia continuada y los voluntarios decidieron dedicarse a primeros auxilios y ser punto de encuentro para una triaje inicial y para explicar a la gente donde tenía que acudir para una atención más específica.
Fue curioso, porque el mismo día que decidimos organizarnos para ayudar en Catarroja, contactó un amigo con la responsable del grupo de sanitarios para ofrecer coches 4×4 para trasladar a sanitarios y pacientes. Estos conductores venían de toda España, y fue un regalo contar con ellos cuando la situación era más crítica. Las calles seguían llenas de barro y el acceso a cualquier sitio continuaba siendo peligroso.
Una sanitaria del grupo recuerda que para llegar a casa de un paciente encamado tuvo que andar por calles con barro hasta las rodillas ¿Cómo se iba a llegar a todos? Pero siguieron día a día con la ayuda de muchos sanitarios. Todos han podido vivir estos días la experiencia de que si tú le dices que sí al amor y a la entrega, el Señor te allana los caminos por dónde vas y, al final, eso vivieron. Con sencillez atendían lo que se les iba pidiendo, intentando que no fuera la venganza o el sentimiento de injusticia los que dominaran la situación y obedeciendo siempre cuando los centros oficiales nos limitaban los medicamentos o la asistencia.
Fue un regalo poder contar el día 26 con la presencia de la asociación Payasohospital, quien a través de la coordinadora del grupo pudo a cercarse a los más pequeños de Catarroja regalándoles unos momentos de humor y cariño.
Poco a poco el centro de salud ha empezado a funcionar mejor y la labor asistencial del grupo de sanitarios organizado por Santiago Apóstol se ha reducido, pero es clave seguir ayudando desde el servicio, porque como se ha repetido todos estos días, el amor vence siempre.