31 personas han constituido este grupo y en la zona 0 ha habido siempre activos 7 u 8 y haciéndose todos los días una búsqueda para ver quien podía ir con la intención de cubrir mañanas y tardes, ya que ha sido difícil porque cada uno tiene su trabajo y su familia. Los objetivos de esta acción están siendo la estabilización de la población general a través del acompañamiento y la detección de los problemas, y la prevención de los intentos de suicidio ya que en la primera semana hubo bastantes ideaciones en este sentido. Estos psicólogos voluntarios nunca se han enfrentado a una catástrofe de estas dimensiones y, por ello, hay psicólogos especialistas en emergencias que están dando formación al grupo.
El acceso a las personas necesitadas de atención psicológica se da por varias vías. Los propios psicólogos contactaban con los médicos y enfermeros de la carpa que se instaló en la plaza de la parroquia porque mucha gente iba pidiendo tranquilizantes o diciendo que están muy nerviosos. Por otra parte, la gente ha ido llamando al grupo y se les atendía por teléfono o si había un psicólogo en la zona se le dirigía a él. A veces han llegado directamente a cualquier voluntario demandando atención de este tipo y, tantas veces, contactos de persona a persona. A través de una profesora de un colegio de Catarroja, por ejemplo, han llegado situaciones concretas de dificultad y se quedaba en María Madre o se iba a sus casas. Se ha paseado y eso ha hecho que muchas personas se acercaran.
Dos psicólogos del equipo han constituido un grupo de ayuda al colegio San Antonio de Padua II, en momento en que el profesorado tiene que ayudar a los niños y los docentes se ven desbordadosporque ellos mismos no se encuentran bien. Se ha creado también un “grupo de ventilación” de pocas personas para aquellos que lo pidan; la tragedia ha sido comunitaria y los recursos son comunitarios, lo que ayuda mucho en todo el proceso. Es fortaleza para la recuperación psicológica el hecho de que a todos les ha pasado la misma situación.
En los grupos se ha hablado del trauma y de cómo sacar las emociones a través de la fuerza de la comunidad. Como situaciones concretas, hay quien contó que subía el agua y no se ahogó por poco, y mientras otra persona estaba llorando. Se ha hablado de justificar al otro, de que nadie ha dado la talla…
Un sinfín de “casualidades” han hecho presente, de alguna manera a Dios en medio de tanta escucha y momentos concretos del día de la riada. Así por ejemplo un matrimonio de personas mayores, ella con problemas de movilidad contó que ella estaba empeñada en vivir en el bajo de la casa; su marido le dijo que se fueran a la parte de arriba porque hacía frío, ella asintió. Fueron a casa y esa noche su vecina murió ahogada, una intuición. A otra mujer le pilló la riada pues esa tarde iban a ver una casa a Catarroja y pasaron la noche en su coche sobre una rotonda…
El primer trabajo del psicólogo es escuchar ya que cuando la experiencia ha sido muy impactante el recuerdo es erróneo y hay que ordenar el relato. Sin este proceso, el cerebro no puede “digerir” la situación y se queda enquistada, con las consecuencias que ello puede llegar a tener. En este caso son muchas las personas que tienen flashbacks auditivos, de la gente que pedía ayuda y no se podía hacer nada. “Me molesta en mi cabeza el ruido del agua”, afirmaba una mujer mayor. Junto con la escucha y la ordenación del relato, es muy importante la flexibilidad en el trato, a veces la primera ayuda es física, ayudar a cruzar la calle… De esta forma es muy evidente que toda la acción del voluntariado en general está siendo psicológicamente sanadora porque consigue introducir en las personas impactadas por el acontecimiento un elemento de cuidado, de seguridad, de conexión con el otro en medio de la pérdida.
Finalmente es decisivo comenzar a despatologizar, el cerebro ha actuado bien en circunstancias excepcionales y el sujeto no se reconoce. La experiencia de un peligro de muerte interrumpe el sentido del yo; los vecinos de Catarroja y del resto de localidades afectadas no han perdido solo coches, muebles e incluso casas y negocios, sino que, han perdido una dinámica de vida, han perdido su normalidad vital. Se necesita tranquilizar, convencer a la persona de que no se has vuelto loco, de que son normales ciertos niveles de ira o de tristeza que han salido y que, en las circunstancias cotidianas nunca habían aparecido. Los psicólogos se encuentran con afectados que ya han empezado a hacer el duelo, pero aún hay otros que están en “piloto automático” y no sienten nada. Con mucho cuidado hay que dotar a quienes acuden pidiendo ayuda de strategias de regulación emocional y recordarle al cerebro que está sano. Hay que contarle al cerebro que no es 28 de octubre.
La experiencia personal pero general entre los psicólogos voluntarios está siendo de mucho cansancio pero que servir es reinar. Tantos apuntan que están agotados pero al llegar a casa crecen las ganas de servir, quizás “porque ves que la muerte está cerca pero no como una abstracción sino como una experiencia profunda”.